Una reflexión en Domingo de Ramos (abril ' 06)

Queridos Amigos: escribo esta reflexión, muy sensibilizada, como lo están ustedes por los recientes acontecimientos... ¡espantosos! Apelo a su tolerancia al leer estas líneas, que de ninguna manera pretenden herir los sentimientos de las personas que seleccioné cuidadosamente de mi libreta, personas amigas, a quienes respeto y aprecio, como mínimo, y a quienes quiero muchísimo, la mayoría, a ustedes, los destinatarios de este mensaje. Lamentablemente no todo el mundo acepta cuestionar sus creencias porque hoy está "de moda" definirse como "elevado espiritualmente", y muchos hasta se creen que alcanzaron el nirvana y lo pregonan.

Afortunadamente no es el caso de ustedes mis destinatarios.
Durante todo el tiempo que los hermanitos Faddoul y su chofer estuvieron secuestrados fueron muchos los rezos y misas que se ofrecieron a Dios pidiéndole su salvación. Los niños venían de un hogar profundamente cristiano y estudiaban en un colegio católico. Hemos visto la fe, rayana en el fanatismo, de la madre. Es terrible y muy doloroso imaginar con cuánto fervor y pánico esos niños pedirían a Dios que los ayudara, sus propios gritos de auxilio clamando la ayuda de Dios... Pero para ellos sólo hubo torturas y ajusticiamiento, precedidos del más pavoroso terror, solos, terriblemente solos... ¿De qué les sirvió su fe?... ¿Para qué les sirvió? Por eso vimos en las manifestaciones de duelo de sus compañeritos pancartas que decían: "¡De qué sirvieron tantos rezos y misas!"... Esa es la pregunta que no he dejado de hacerme, porque hasta yo, que no soy creyente, en mi deseperación me uní a esos ruegos hasta el final.


Creo que la mejor definición de Dios - así, con mayúsculas - es que "Dios es todo lo que no tiene explicación". Cuando veo un amanecer, el maravilloso prodigio de la vida, la organización de las hormigas, un árbol, oigo el canto de las aves... en fin, las maravillas de la Naturaleza, no tengo dudas de que hay un dios, un dios Creador del Universo, pero sin ninguna connotación religiosa, nada que ver con el Dios que durante siglos ha patrocinado y patrocinan las religiones del mundo. Pienso que ese Dios nos creó, nos dio capacidad de raciocinio para crecer y desarrollarnos en armonía con la Naturaleza, nada más.
Por el contrario, el Dios de todas las religiones no hace más que contradecir cada día los atributos que le endosan: Omnipotencia, Bondad, Misericordia, y el don de la Ubicuidad, entre otros. Ninguna de estas virtudes se manifestó en los espantosos casos que hoy nos conmocionan, por ceñirme sólo al horror que acabamos de conocer y que no es ni la milmillonésima partícula de los males que agobian al mundo desde su creación hasta nuestros días. Pero esa partícula microscópica ¡cómo nos atenaza el alma!...

Ese argumento fatalista "Dios sabe por qué hace las cosas", o fue la voluntad de Dios"... Bueno, entonces tendríamos que aceptar que los asesinos actuaron por voluntad de Dios, y resignarnos a que sólo Él sabe el porqué. La bondad, la sensibilidad, la inclinación hacia el bien, no vienen dadas por ninguna religión, está o no está en cada uno de nosotros.

Justiniano, el más grande emperador bizantino (s. VI d de C.) que reconstruyó el Imperio Romano de Oriente, gobernó bajo tres reglas que eran la ley: "Vivir honestamente. No hacer daño a otro. Dar a cada quien su derecho". No hace falta más, ni un dios que nos someta a esas reglas, sino la voluntad del Hombre.
Por una "costumbre añeja", como dijo ayer un articulista a propósito de esta tragedia que nos sacude, siempre uso expresiones como "si Dios quiere, Dios te bendiga"... Lo invoco: ¡Dios mio!, ¡ni Dios lo quiera!... Fue toda una vida en esta práctica, aunque ya desde niña me di cuenta de la injusticia y la desigualdad y allí nacieron mis dudas sobre la existencia de Dios. La maldad la fui conociendo mucho más tarde.

Durante muchos años me debatí entre creer y no creer, pero el miedo a ser "castigada" me hacía volver a invocarlo, "por si acaso". Pero racionalmente sé que es sólo un desahogo, como éste que me he atrevido a compartir con ustedes. Tal vez hay otra vida, ¡ojalá! y quiero creer que así es, me resisto a creer que aquí acaba todo, cuando hay vidas que acaban antes de empezar, pero otra vida para todos, sin condiciones...

Desde hace mucho tiempo me reconozco agnóstica, y si Dios existe tal y como han pretendido durante siglos hacernos creer, entonces que me perdone, y seguramente debe comprender que tengo sobradas razones para dudar de su bondad y misericordia, pero en lo que a mi atañe francamente no me gusta su justicia, y mucho menos su manera de amar...
Un abrazo.

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