Prólogo para mi amigo Henrry Hernández. Autor del libro "Memorias de un Lobo Impecune, Impoluto y Desmemoriado"

Como si fuera poco ser uno de los tantos personajes de este libro, y de lo más “posicionada” de paso, el autor se ha dignado concederme mi deseo de escribir el prólogo para ésta su primera obra (cierto que no dejó de hacer lo imposible para que se lo prologara el mismísimo García Márquez, ante la infausta ausencia de su admiradísimo Cabrujas) Frustrado en sus aspiraciones aceptó mi ofrecimiento como a su “quién más”. Tal honor - dudoso, pero honor al fin y al cabo - no es nada fácil para mí, pues todo lo que aquí está escrito son vivencias muy particulares suyas que ya conocía yo de oídas, muy graciosamente narradas por quien recibió de mí el apodo de “Lobo”, novel autor un tanto pretencioso - “negro que no es presumido no es negro”, dice él – que aspira, sin ningún Richard Páez mediante ganarse el Nobel de Literatura en unos añitos más. Algo así como que usted, amable lector será testigo a lo largo del 2006 de dos grandes titulares en la prensa nacional: ¡La Vinotinto se alza con la Copa Mundial de Fútbol”!.... ¡“Venezolano Henrry Hernández (“Lobo”) gana Premio Nobel de Literatura”!....


Afortunadamente para mí, el prólogo no comporta una crítica literaria sino más bien una presentación comentada, un exordio, para preparar el ánimo de los lectores, en este caso.
Al grano entonces: este libro lo hará reír y lo hará llorar; lo hará maldecir el hecho de haberlo comprado para al siguiente minuto buscar afanoso en la solapa qué otro libro ha publicado el autor de marras; lo hará ruborizarse, pero durante la cena comentará pasajes del mismo delante de los niños, y hasta en presencia de su suegra, en medio de incontenibles ataques de risa. Antes de dormir una lágrima correrá por su mejilla recordando aquellas líneas que lo conmovieron porque nos tocan a todos. Llegará al límite de la exasperación por la anticipación emocionada con la que leerá ansioso el desarrollo de una anécdota, para perderse en el laberinto en el que el autor se diluye creando todo un suspenso, aunque no es esa su intención, es más bien un estilo que le es muy propio.

En más de una ocasión se persignará y botará el libro a un lado ofendido ante la irreverencia del escritor, para retomarlo más tarde pues se dirá que leerá sólo una página más para “agarrar” el sueño, cuando de repente se encuentra al autor en la cocina de la casa de un amigo, éste con los pantalones abajo y a Lobo con el cierre de la bragueta abierto ¡sorprendidos por la mamá del primero!... Y usted que se dice: “Tan hombrecito que parecía el carajo”..... y termina más despierto que un experto desactivando minas y continúa leyendo a ver en qué culmina el drama. Pero si usted ha leído a Fernando Vallejo, escritor colombiano Premio Rómulo Gallegos, le sobrará estómago para llegar hasta el final, se lo aseguro.

Le cedo pues el espacio a las demás páginas que le contarán las Memorias de un Lobo Impecune, Impoluto y Desmemoriado.


Nelly Tsokonas

Caracas, junio de 2004

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